El poder sin estridencias: Carlos Rovira y la lección de Misiones al país central

Por Diego René Martín

Una publicación en la red X del periodista Manu Jove rebotó con fuerza esta semana entre operadores, analistas y dirigentes de todo el país. No fue un hilo de 20 tuits, ni un análisis rebuscado con datos cruzados. Fueron apenas seis frases que dejaron al descubierto lo que muchos piensan, pero pocos se atreven a decir en voz alta: Carlos Rovira, líder del Frente Renovador de la Concordia de Misiones, es el estratega más consistente de la política argentina contemporánea.

Jove no es un improvisado. Periodista de Todo Noticias (TN) y con casi una década de experiencia como productor en Artear, su voz es escuchada en las redacciones porteñas, en los despachos legislativos y en las mesas políticas donde se define el rumbo de los grandes medios. Su posteo no buscó complacer a nadie, pero dejó una idea rotunda: “Masterclass política de Carlos Eduardo Rovira”, escribió, tras desgranar punto por punto por qué.

Según Jove, Rovira “le ganó por goleada a la discusión de las reelecciones indefinidas”, “maneja una provincia sin siquiera necesitar un cargo formal” y “creó un partido provincial sin pretensiones nacionales que reelige sistemáticamente cada cuatro años”. Más aún, destacó que tiene un “staff permanente de legisladores nacionales” que, en un Congreso partido por la polarización, “siempre resultan definitorios”, y subrayó su capacidad de articular con todos los gobiernos nacionales, sin importar el color político.

En el fondo, lo que Jove puso en palabras fue lo que en la política nacional muchos prefieren mirar de costado: mientras el país se consume en disputas internas, Misiones construye autonomía real. Y esa autonomía no es una pose discursiva, es praxis política. Esta semana volvió a quedar demostrado en la votación por la ley de Ficha Limpia, donde el Frente Renovador rechazó plegarse al juego de presiones cruzadas entre el PRO y el kirchnerismo. “Nuestros senadores votaron con autonomía, no con obediencia a los bandos del poder central”, explicaron desde el espacio.

La crítica no fue sólo al oficialismo nacional, sino también al PRO y su interna sangrienta en la Ciudad de Buenos Aires. “Mientras unos estaban ocupados en la interna Milei vs. Macri, nosotros actuamos con cabeza fría e independencia”, señalaron desde el bloque misionero, dejando en claro que no iban a avalar un proyecto que, detrás del nombre noble de “Ficha Limpia”, escondía una maniobra electoral para empujar la candidatura de Silvia Lospennato.

Esa actitud —incomodar sin gritar, disentir sin romper, defender sin venderse— es la que define al espacio que Rovira conduce desde hace más de dos décadas. Sin estridencias, sin discursos tribuneros, pero con una convicción férrea: Misiones primero. Y para eso, hace falta algo más que discursos: hace falta un modelo de poder sólido, coherente y con visión de largo plazo.

Mientras en Buenos Aires se preguntan si Javier Milei tuiteó más que lo que gobernó o si Mauricio Macri le gana la interna a su propia sombra, en Misiones se sigue otro ritmo. Uno que no responde al calendario del AMBA, ni se deja arrastrar por los climas artificiales que dictan las tapas de los diarios nacionales y los zócalos de la TV porteña.

Rovira diseñó —y ejecuta— un modelo político que trasciende a los candidatos. No necesita cargos, pero su influencia es total. Su visión de un partido netamente provincial, sin ambiciones presidenciales pero con vocación de incidencia permanente, se transformó en una rareza en un país donde todo parece aspirar a lo mismo: llegar a la Rosada, aunque sea para no saber qué hacer cuando se llega.

Por eso, cuando Manu Jove escribe “masterclass”, no es una exageración. Es una constatación. El poder real no siempre se grita. A veces se construye con paciencia, con inteligencia y con una idea clara de lo que se defiende. En este caso, Misiones.

Y aunque a algunos les moleste, cada vez más miradas se dirigen hacia la periferia. Porque mientras en el centro hay ruido, desde el noreste llega un mensaje claro: hay otra forma de hacer política.

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