En la afamada obra de Robert Louis Stevenson, “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”, un hombre lucha contra sus dos mitades: una, amable y virtuosa, y otra, oscura y violenta. El doctor Jekyll y el señor Hyde son metáforas de la dualidad humana, pero en este análisis que haremos a continuación también podría ser un reflejo del panorama político actual de la Argentina, en donde la convivencia entre adversarios se ha convertido en un juego de espejos.

Por Nicolás Marchiori
El sistema político argentino ha entrado en una alarmante espiral de degradación. Los valores del respeto y el diálogo fueron reemplazados por insultos y ataques personales. Gran parte de la clase dirigente nos tiene acostumbrados, desde hace tiempo, a mostrarnos los peores rasgos de la política: la radicalización, la desacreditación, el insulto y la agresión se transformaron en moneda corriente. En este escenario dantesco, poco importa el color político; todos parecen estar envueltos en un peligroso juego de agresividad que amenaza permanentemente con cruzar del ámbito verbal al físico. Este ambiente tóxico se ha apoderado del debate político y se propaga riesgosamente hacia la conversación pública.
Lo que presenciamos hoy es una atmósfera de hostilidad creciente, donde gran parte de la dirigencia política parece más preocupada por el poder y por su propia imagen que por las necesidades de la ciudadanía. Los temas más importantes han quedado relegados a un segundo plano, y el espectáculo y el escándalo es la norma. Los debates fueron reemplazados por gritos y descalificaciones, mientras que las prioridades de un país en crisis son completamente ignoradas.
Quienes nos dedicamos al análisis político y su impacto en el comportamiento de las sociedades advertimos como esta dinámica contribuye a germinar un nivel de odio inusitado. Dicho esto, vemos con mucha preocupación como la violencia verbal que se exhibe en los escenarios políticos crea un efecto contagio en la ciudadanía, que ya comienza a mostrar señales de polarización y crispación.
El politólogo norteamericano Morris Fiorina sostiene que la polarización crea apatía y retraimiento en la sociedad. A juzgar por el nivel de participación ciudadana que venimos observando en las diferentes elecciones que se celebraron en lo que va de este año, algo de cierto hay en la afirmación de Fiorina.
El elevado nivel de polarización reinante en nuestra sociedad aumenta las posibilidades de que los ciudadanos se vuelvan cada vez más rencorosos en sus interacciones, incluso en presencia de posiciones sobre temas comparativamente moderados.
Esta polarización afecta notoriamente el modo en que se desarrolla el debate público y contribuye a producir imágenes sesgadas, estereotipadas y hasta falsas de la realidad.
En este contexto, se hace necesario hacer un llamamiento a aquellos políticos que hoy avivan estas llamas de odio a que recuerden la historia y aprendan de los errores del pasado. Es lamentable que, en lugar de abogar por la concordia, el diálogo y el entendimiento, opten por encender el fuego de la agresividad poniendo en riesgo la paz social y la convivencia democrática.
Genera mucha vergüenza ver a ciertos dirigentes políticos que tienen la responsabilidad democrática de trabajar por el bien común, enredados en luchas de poder, mezquindades y demagogia.
Es momento de hacer un examen de conciencia. No podemos permitir que el sistema político argentino se siga degradando. Se trata de un cambio que debe empezar desde arriba, con una clase política que entienda la responsabilidad que tiene y que trabajen por la paz social y una sociedad más tolerante y unida. Y al mismo tiempo, con una ciudadanía que exija un cambio y que deje de tolerar y naturalizar comportamientos que siembren el odio y divida a la sociedad.
Estar presente

La política siempre se ha movido entre lo necesario (lo inevitable de la política misma, el bien común como fin y los principios fundamentales de la convivencia), y lo contingente (los medios por los que se alcanza el bien común y las formas institucionales concretas que adquiere la vida social). Si se la considera, integralmente, como una batalla cultural, dejamos de lado lo contingente y transformamos todo en principios innegociables a los que hay que defender a cualquier precio, incluso la desaparición del adversario. En estos términos, la batalla cultural justifica cualquier cosa. Dicho esto, vemos como Milei ha erigido el equilibrio fiscal en un fin en sí mismo, principio y dogma que justifica cualquier medida, tal es así que ha vetado todas las leyes que generarían mayores gastos fiscales. No está mal en sí mismo que el Gobierno Nacional defienda el eje de su política económica y se oponga a dichas leyes. Lo grave, junto a la dogmatización de una medida de política económica, es que se dedique a descalificar al Poder Legislativo tratando al Congreso de la Nación como “nido de ratas” y a sus miembros, los diputados elegidos por el pueblo, como “degenerados fiscales”.
Así las cosas, en tiempos donde la Nación se repliega sobre sí misma, desentendiéndose de las responsabilidades más elementales como la salud, la infraestructura y desarrollo económico de los sectores productivos, la provincia de Misiones elige un camino distinto a este presente. No se trata de un gesto retórico, sino de decisiones concretas que buscan sostener la calidad de vida de los misioneros frente a un ajuste perpetrado desde la Casa Rosada que castiga sin piedad y sin distinción a jubilados, discapacitados, trabajadores, empresarios y productores de las economías regionales como la yerba mate en el caso de Misiones. Mientras desde Buenos Aires se privilegia a los grandes grupos financieros, el Modelo Misionero continúa volcando sus recursos al mantenimiento de rutas, a la salud, a herramientas para el sector productivo y para los municipios que se traducen en mejor calidad de vida y dignifican a miles de familias misioneras.
Frente a un Estado Nacional que aplica la motosierra indiscriminadamente y abandona, entre otras cosas, la infraestructura vial, la voz de Misiones advierte que las provincias no pueden hacerse cargo solas de semejante desafío. El gobernador Hugo Passalacqua lo manifestó con contundencia en la Asamblea Plenaria del Consejo Federal de Seguridad Vial: “las rutas nacionales son el esqueleto de la República y cuidarlas es cuidar la vida de los argentinos”.
Frente a este complejo panorama, la Provincia, con recursos propios, despliega un esfuerzo sostenido en caminos rurales y en la entrega de maquinarias a municipios, con un financiamiento histórico y programas que permiten que las comunas puedan acceder a equipamiento esencial.
Al mismo tiempo, la administración provincial avanza en medidas de alivio fiscal y simplificación administrativa que contrastan fuertemente con la asfixia tributaria de un Gobierno Nacional que hasta ahora no cumplió con su promesa de campaña de eliminar impuestos, todo lo contrario: más contribuyentes son alcanzados por el impuesto a las ganancias y, no importa la clase social, el 21% de IVA lo pagan todos los argentinos por igual. Nada más regresivo e injusto que eso.
La salud pública es otro de los ámbitos en donde se observa ese juego de espejos entre el Gobierno Nacional y el Gobierno Provincial. Mientras a nivel nacional, vemos como la motosierra de un Estado insensible pasa sin piedad por el Hospital Garrahan y por el sector de discapacidad, la Provincia invierte y descentraliza. La inauguración de la Sala de Hemodinamia en el Hospital SAMIC de Puerto Iguazú, sintetiza mejor que cualquier discurso lo que significa tener un gobierno presente.
Mientras vemos como hay fábricas en diferentes puntos del país que suspenden personal, paran la producción y bajan persianas, Misiones en el último año logró inversiones por 40 mil millones de pesos a través de un acuerdo estratégico con el Banco Nación. Esos recursos fueron inyectados en la economía y en las industrias locales, fortaleciendo el entramado productivo en una época muy compleja, evitando de esta manera que la recesión nacional derrumbe la actividad en la provincia.
La política, en definitiva, se mide en prioridades. En Misiones son claras, las inversiones en materia de salud, en infraestructura, en el sector productivo, y en el apoyo a los municipios persiguen el fin de la más alta política: el cuidado de la vida y del futuro de todos los misioneros, sin distinción. En ese espejo, el Gobierno Nacional exhibe su rostro más crudo: la insensibilidad frente a los recortes, el abandono y la complicidad ciertos sectores del poder concentrado.
Claro está que Misiones no es una isla, pero ha demostrado que, aún en medio del caos y la incertidumbre, se puede trazar un rumbo propio y llevar esperanza a su pueblo.
Rumbo a octubre
En cuanto a la carrera electoral, se plantea un escenario interesante en la provincia en lo que refiere a este juego de espejos de la política. El rejunte del PRO y LLA deberá lidiar con la gran contradicción que supone avalar el equilibrio fiscal a nivel nacional mientras que a nivel provincial exigen al gobierno que aumente los sueldos de los empleados públicos en porcentajes irracionales por encima de los índices de inflación que publica el INDEC bajo la órbita del Gobierno Nacional que representan; aplaudir desregulaciones que impactan negativamente en diferentes actividades y sectores productivos como el caso de la yerba mate al mismo tiempo que piden que la Provincia le de herramientas a los privados para afrontar la crisis generada por la Nación; festejan el desfinanciamiento a la salud, el recorte de fondos destinados a discapacidad y el congelamiento de las jubilaciones mientras liberan los precios de medicamentos y de las prepagas, pero a nivel provincial reclaman mayor infraestructura hospitalaria y más profesionales.
Será momento de sacarse las caretas y sincerarse, ¿para qué quieren llegar al Congreso de la Nación? ¿Para ser garantes del ajuste del Gobierno Nacional en la Cámara de Diputados o para defender los intereses de los misioneros?
En este contexto, se vuelve central la figura de Oscar Herrera Ahuad, presidente de la Legislatura provincial y candidato a diputado nacional del Frente Renovador Neo. Su actividad en los últimos días lo mostró acompañando inauguraciones en el área de la salud, compartiendo con médicos residentes y participando de eventos culturales y turísticos. Herrera Ahuad representa la política de cercanía que forma parte del ADN de la Renovación: un dirigente que no se encierra en los despachos ni se dedica a grabar videos para las redes sociales, sino que da la cara, camina, escucha y se compromete.
Deja una respuesta